La “culturización” de un grupo humano pasa por un proceso en el que se hacen presente muchísimas variables; el entendimiento del hecho artístico, por ejemplo, sirve mucho para desarrollar parámetros de “cultura” en una sociedad determinada; pero, también una serie de hechos cotidianos, sencillos y nada complicados modelan el pensamiento critico fundamental para la adquisición de valores culturales y en él, intervienen acciones de inmensa cotidianidad que suelen pasar inadvertidas.
Tal es el caso de la gastronomía.
Pongamos de lado el hecho cierto de que en los últimos años el oficio de
cocinar ha adquirido presencia de “rock Star” afectando muy positivamente el
oficio hasta convertir algunos cocineros en celebridades con ingresos fabulosos
y éxito social insuperable.
Ahora bien, ¿es la gastronomía un
bien cultural? No hay duda que la respuesta es un si rotundo. La forma en que
comemos y las cosas que comemos definen en mucho lo que somos, convirtiéndose
en el gran elemento unificador de un colectivo muchas veces separado por
diferentes motivos; sin embargo, esa no es una condición fortuita. No comemos
todos la misma cosa porque “eso es lo que hay”. Lo hacemos porque,
simultáneamente, aprendemos que eso es lo que se come, razonamiento que aplica
a comidas para festividades determinadas, comidas para épocas precisas y/o
repostería propia – quizás lo que más nos recuerda el origen común –
Consideramos tan valioso el
significado de ciertas recetas tradicionales que, de vez en cuando, nuestra
ludoteca Gabriele Sanesi, se convierte en salón de experimentación gastronómica
como excusa para darle a los niños beneficiarios un elemento adicional de
aprendizaje.
Aguinaldos, biografías de famosos
músicos y cantantes venezolanos, un coro informal e improvisado de nuestros
cantos navideños, portadas para libros en los que guardar recetas y, por
supuesto, varias docenas de riquísimas papitas de leche que, por ahora,
constituyen un regalo que los niños llevaron a sus casas por el inicio de las
fiestas de Navidad. Así fue un día más en la Ludoteca Gabriele Sanesi, un día
en el que contribuimos con alegría al acervo cultural de nuestros chiquitos.