Proyecto Bibliomulas: Re-crear vivencias lectoras para con-mover mediadores de lectura en Mérida-Venezuela

Reproducimos a continuación, el artículo escrito por la Doctora Emilia Márquez Montes, docente asociada al proyecto Bibliomulas desde sus in...

viernes, 2 de diciembre de 2022

El juego de cocinar


 La “culturización” de un grupo humano pasa por un proceso en el que se hacen presente muchísimas variables; el entendimiento del hecho artístico, por ejemplo, sirve mucho para desarrollar parámetros de “cultura” en una sociedad determinada; pero, también una serie de hechos cotidianos, sencillos y nada complicados modelan el pensamiento critico fundamental para la adquisición de valores culturales y en él, intervienen acciones de inmensa cotidianidad que suelen pasar inadvertidas.

Tal es el caso de la gastronomía. Pongamos de lado el hecho cierto de que en los últimos años el oficio de cocinar ha adquirido presencia de “rock Star” afectando muy positivamente el oficio hasta convertir algunos cocineros en celebridades con ingresos fabulosos y éxito social insuperable.

Ahora bien, ¿es la gastronomía un bien cultural? No hay duda que la respuesta es un si rotundo. La forma en que comemos y las cosas que comemos definen en mucho lo que somos, convirtiéndose en el gran elemento unificador de un colectivo muchas veces separado por diferentes motivos; sin embargo, esa no es una condición fortuita. No comemos todos la misma cosa porque “eso es lo que hay”. Lo hacemos porque, simultáneamente, aprendemos que eso es lo que se come, razonamiento que aplica a comidas para festividades determinadas, comidas para épocas precisas y/o repostería propia – quizás lo que más nos recuerda el origen común –


Es, como todo lo que nos forma conciencia colectiva, un proceso de aprendizaje que, usualmente, se empieza a vivir a temprana edad. No es fijo, no es inamovible y responde de muchos modos al asunto generacional. Es posible que la abuela le haya enseñado a sus hijos a comer arroz con leche en su día de cumpleaños y estos lo hagan, pero, agregándole un bizcocho de chocolate que aprendieron a disfrutar independientemente. El resultado es, la enorme posibilidad de que los nietos terminen aceptando sin reservas al bizcocho de chocolate acompañado de arroz con leche pues eso fue lo que aprendieron. Ese aprendizaje, extrapolado, es el que mueve el afecto por las comidas criollas. Es decir, por las comidas de casa “de toda la vida” que, con pocas variantes, pasan de una generación a otra y se convierten en emblema de un gentilicio; por ejemplo, lo que en Venezuela llamamos Granjería Criolla, es decir, los sabrosos dulcitos que se preparan en casa según recetas ancestrales y que, aunque se modernicen los instrumentos, se faciliten las preparaciones e incluso se sustituyan unos ingredientes por otros, siguen teniendo el sabor inolvidable de la nostalgia de los mayores.

Consideramos tan valioso el significado de ciertas recetas tradicionales que, de vez en cuando, nuestra ludoteca Gabriele Sanesi, se convierte en salón de experimentación gastronómica como excusa para darle a los niños beneficiarios un elemento adicional de aprendizaje.


Ayer fue el turno de las queridas “papitas de leche”. Un “bombón” de leche condensada que, por generaciones, ha sido parte de la gastronomía “dulce” más ranciamente venezolana. Sobre todo, andina, ya que son el principio de los famosos dulces abrillantados que tanta fama le dan a Mérida. Reunidos en torno a la mesa de trabajo, los chiquitines asiduos de la ludoteca, sus madres y abuelas e incluso algunos de sus amigos, aprendieron a hacer este dulce tan nuestro mientras cumplían con una larga serie de actividades lúdicas de aprendizaje.

Aguinaldos, biografías de famosos músicos y cantantes venezolanos, un coro informal e improvisado de nuestros cantos navideños, portadas para libros en los que guardar recetas y, por supuesto, varias docenas de riquísimas papitas de leche que, por ahora, constituyen un regalo que los niños llevaron a sus casas por el inicio de las fiestas de Navidad. Así fue un día más en la Ludoteca Gabriele Sanesi, un día en el que contribuimos con alegría al acervo cultural de nuestros chiquitos.