Decía Nietzche que “se lee con los ojos,
pero también con el olfato, con el gusto, con el oído y con el tacto” solemos
escoger esta frase para describir lo que hacemos: no se trata, solo, de
introducir al niño en el maravilloso mundo de los libros; también, hacemos lo
posible porque ese paso por la literatura se impregne de otro importante
descubrimiento: el del arte. Así, con regular frecuencia nuestros beneficiarios
se acercan a autores, pintores, cineastas, músicos o teatreros para, de su mano,
penetrar el mágico mundo de la creación artística.
Nuestra última jornada de este tipo
tuvo como protagonista a un artista plástico muy especial, muy conocido en el
mundo, autor de una obra inmensa ligada a historias de vida muy interesantes.
Nos referimos al gran Vincent Van Gogh, pintor neerlandés (nacido en los Países
Bajos) al que se le considera el representante más valioso de la corriente
conocida como “postimpresionismo”; es decir, una escuela pictórica englobada
bajo ese término histórico-artístico propio de los estilos surgidos a finales
del siglo XIX y principios del XX posteriores al impresionismo. Básicamente
consiste en toda la obra plástica cuyos autores se rebelan contra la costumbre
de plasmar la naturaleza tal y como es, mostrando en su trabajo una mirada
mucho más subjetiva del mundo y de las bellezas naturales.
Tal vez, eso puede verse en la obra
inmensa de Van Gogh: sus famosos cielos estrellados que parecen comunicarse directamente
con el espectador o el tamaño y brillo de sus flores que, aun puestas en un jarrón,
cobran vida propia, ejemplifican un trabajo que, aun a pesar de tener más de un
siglo de antigüedad, sigue dejando sin palabras a quienes lo conocen.
Internet, el más grande invento del siglo XX, nos permite escudriñar, casi con la misma claridad que en un museo, la obra plástica universal a la que no tenemos acceso: es muy difícil (muy costoso, sobre todo) emprender un recorrido por los principales museos europeos que se han repartido la tutela de las grandes obras de la historia. Eso lo hemos resuelto con la magnífica “autopista de la información” (como solía llamársele a Internet cuando apareció para revolucionar el mundo que vivimos).
Ese fue el razonamiento detrás de esa
jornada de trabajo dedicada al viejo Vincent (llamado así, aunque murió a los
37 años) Nos reunimos con los beneficiarios del Jardín de la Esperanza, nuestra institución aliada, en los espacios de la ludoteca Gabriele Sanesi
para conocer lo más cercanamente posible al artista y su obra y el resultado
fue una emocionante jornada.
Gracias a la guía de nuestros
mediadores educativos, los niños conocieron la vida – bastante interesante – de
este artista, su relación con el mundo exterior, su camino en búsqueda de la religión,
la relación con su hermano (plasmada en una bella colección de cartas) y otros
muchos de los aspectos conocidos de su vida. Luego, paseamos por su obra,
tratando – modestamente – de emular estos procesos inmersivos que están tan de
moda en el mundo.
Todos disfrutaron frutaron enormemente
proyecciones de la obra emblemática del artista neerlandés, aprendieron un poco
de geografía (algunos se divirtieron un mundo con el termino Países bajos, que
no conocían) y terminaron interpretando a su manera, el legado artístico de Van
Gogh.