Varias veces leímos, en las tarjetas y mensajes de felicitación al año nuevo, una oración que se nos ha quedado grabada por su literalidad. Compara el inicio de un nuevo año con un libro que está por comenzar a hacerse: “Tienes ante ti una página en blanco para que escribas en ella 365 días de nuevos aprendizajes”
Mas allá del significado que pueda implicar; para
nosotros, que trabajamos con la palabra, el mensaje nos hace ruido pues suena
muy cierto: vamos a empezar a escribir un año más, porque nos parece importante
narrar las enseñanzas que, estamos seguros, este año nos dejará y porque nos
parece fundamental compartir nuestra cotidianidad con usted que amablemente nos
acompaña en la distancia. Pero, no podemos empezar a escribir esa historia si
no recordamos lo acontecido hasta ahora, sobre todo porque acabamos de poner
cierre a un tiempo lleno de incertidumbres que aún no desaparecen del todo.
Si 2020 fue el año en el que todos nos quedamos estupefactos congelándonos en una dirección que no terminábamos de conocer, ante el temor de lo peor; 2021 fue el año en que poco a poco intentamos ponerle normalidad a la vida, retomando actividades esenciales. Ya no se trataba de ir al abasto nada más. Ahora teníamos luz verde para ir a casa de la abuela, para ver a algunos amigos, para movernos con un poco más de libertad y para finalmente, volver a la escuela; lo que significaba volver a reunirnos con compañeros, hablar nuevamente con las maestras y maestros y pasar algunas horas fuera de casa, retomando la rutina del saber.
Para nosotros fue providencial. A pesar del disgusto
por la perdida de Morichala y todo lo creativo que tuvimos que ponernos para
conseguir una nueva mula, volver a la escuela significó algo muy importante
para Bibliomulas: podíamos volver a las comunidades en las que desarrollamos
nuestro trabajo, haciéndolo con cuidado, aunque con la libertad de obtener
nuevamente sintonía con los niños a los que este programa se dirige;
comunidades a las que felizmente debemos sumar varios pueblitos del municipio
Campo Elías, los cuales no solo se incorporaron a Bibliomulas por un primer
año, sino que dieron una respuesta tan satisfactoria que permanecen con
nosotros aun cuando el proyecto que nos había servido para su inclusión finalizó
precisamente en 2021.
A El Rincón, Las Cuadras, Las Quebraditas, Los Pinos y San José
de las Flores teníamos que agregar Jají, El Chamizal, Paramito, Piedras Blancas, Loma Del Rosario y otras aldeas vecinas, cuyos niños disfrutan
las visitas de la mula y participan en actividades de promoción de lectura
llevadas a cabo por un estimulante grupo de promotoras radicadas en tales
aldeas (muchas de las cuales ya habían pensado dejar la docencia para dedicarse
a otros trabajos debido a las malas condiciones en que trabajan los maestros de
sector estatal público.)
Gracias a la certeza de tener un equipo preocupado por
el cumplimiento de nuestros objetivos y una comunidad volcada en hacer realidad
las sesiones de trabajo con las alforjas, los libros y las labores que de ellos
se desprenden, pudimos vivir por vez primera la alegría de saber que, al mismo
tiempo que en Mérida celebrábamos la visita de Canela a la Comunidad de El Rincón
medio, en Jají un grupo similar de niños, tiene una alforja llena de títulos
interesantes y están dedicados a explorarla mientras efectúan tareas de
observación directa en la naturaleza a cielo abierto, o un mediador los introduce en el mundo
maravilloso de la protección medioambiental.
Talleres dedicados a docentes y mediadores de lectura, encuentros con la finalidad de intercambiar conocimientos, jornadas de estimulación lectora, han dado óptimos resultados en este proceso de ampliar el alcance del programa. No solo estamos permitiéndonos llegar a una cantidad superior de beneficiarios, sino que estamos también incidiendo en la manera de enseñar y aprender que impera en comunidades rurales, desarrollando en ellas un interés superior que brinda excelentes beneficios a los niños.
Han aprendido a fabricar cuadernillos, a construir
otras formas de presentar la palabra escrita. Han conocido el teatro tanto en
lo que tiene de recurso educativo y arma para el desarrollo de habilidades
verbales, como en lo que tiene de recurso lúdico asociado al aprendizaje. Han
hecho un paseo nada simbólico por lo mejor de la casi olvidada literatura
venezolana y han trabajado en la recreación de personajes fundamentales de la
tradición oral autóctona.
No podemos, entonces, regodearnos en las dificultades que encontramos en el año que recién terminó. Sabemos que esas dificultades están allí y que muchas veces sobrepasan el interés de beneficiarios y sus padres; pero, al mismo tiempo sabemos que estamos haciendo cosas que, al juntarse con otras, dan un resultado absolutamente satisfactorio; por eso, cerramos el año 2021 de la misma forma en que podemos abrir el 2022 que, aún es, “una página en blanco”: expectantes.
Sabemos que será mejor porque podremos llegar, a lomo
de mula, a más y más niños ansiosos por vivir las múltiples vidas que se
esconden entre las tapas de un libro.