El miércoles 17 de febrero, el día se mostraba tan amable como todos. Los días de febrero suelen ser luminosos y frescos, llueve muy poco y los cielos brillantes de la ciudad se lucen. Nada nos hacía presagiar que nuestra vida sufriría tal cambio.
A media
mañana, Ramón, nuestro amigo encargado de entenderse con Morichala, llamó a dar
la mala noticia: la mula estaba desaparecida. Se había “escapado” de su lugar
de descanso, un terreno en los predios de “El Rincón” por la zona de Los
Próceres, en Mérida. Un lugar que conocemos como el hogar de Morichala.
Temprano, como es su costumbre, Ramón había ido a visitarla, le llevó comida y
estuvo un rato atendiéndola, como hace todos los días.
Hombre de
costumbres inalterables, el cuidador sabe que atender a Morichala requiere
tiempo y buenos hábitos, de modo que se apersonó a mediodía para comprobar su
buen estado. No estaba. De algún modo, sin testigos y sin despertar sospecha
alguna, la mula había emprendido camino. No sabemos y no se sabrá nunca
posiblemente, si lo hizo sola o acompañada.
Las alarmas se encendieron en toda la ciudad. No solo porque tenemos muchos y muy queridos amigos en El Rincón, que de inmediato ofrecieron su tiempo y sus buena voluntad para contribuir con la búsqueda, sino porque en muchos sentidos, Morichala es la esencia de Bibliomulas. Muchos planes se pueden emprender; existen toda una serie de alternativas para que el proyecto siga adelante sin percances, podemos volver a la lectura y volveremos; pero, el extravío de la Mula, a esa hora del mediodía resultaba un anuncio aterrador.
Preocupados
como los que más, y sin saber muy bien que hacer en esas primeras horas de
estupor, nos dedicamos a recorrer las zonas cercanas. A decir verdad, creemos
que no quedó espacio sin revisar en una búsqueda a la que se sumaron una buena
cantidad de vecinos y amigos. El Rincón y la Avenida Los Próceres hasta La
Pedregosa, fueron literalmente peinadas
por nosotros, en nuestra búsqueda angustiada.
El día
terminó sin éxito. No tuvimos noticias y no sabíamos que podía haber sido de
ella. Han transcurrido 7 días. Una semana ya sin saber nada de nuestra mula y
es imposible dejar de pensar en lo que pudo haber ocurrido y evitar tejer
hipótesis. ¿Fue robada? ¿De verdad desapareció? ¿Está perdida?
Son preguntas
difíciles de responder; por definición, las mulas son animales muy “tercos”,
animales apegados a sus costumbres y conocedores del camino por el que se
mueven, de modo que es difícil creer que Morichala se haya “desvanecido” por si
sola. La lógica nos indica que en caso
de haberse ido por voluntad propia, saliendo del terreno que considera su
hogar, le habría sido fácil conseguir el camino de regreso y, por lo tanto, ya estaría de vuelta a estas horas. Quizás no tan rápido como lo hubiese hecho
un perro; pero, ha tenido suficiente tiempo para volver, desandando sus pasos.
Obviamente la
tristeza que nos produce desconocer su paradero se une a la nostalgia de los
años convividos. De muchos modos, la razón de ser de nuestro proyecto educativo
es la mula; de hecho, ella es el elemento diferenciador, el que nos permite
movilizarnos y también, el que nos permite llamar la atención de los
escolares a quienes nos acercamos, muchachos que toman cada una de nuestras
visitas con la emoción de un día feriado.
Por ellos, no queremos renunciar a la búsqueda. No aceptamos darla por perdida y seguir adelante de alguna forma que inventaremos para capotear este mal momento; al contrario, queremos pensar - y pensamos - que en algún sitio de esta ciudad llena de escondrijos, habremos de toparnos con ella y reanudar nuestra vida como si nada hubiese ocurrido; por lo tanto, seguimos en pie de esperanza. Buscando y repasando caminos para traerla de regreso a casa con ayuda de sus muchos admiradores y amigos.