El 23 de abril de 1616 fallecieron Miguel de Cervantes y William Shakespeare (este último había nacido ese mismo día 52 años antes) por lo menos eso es lo que aceptamos para tener un motivo con que celebrar el Día del Libro; pero, la verdad es que hay algunas lagunas en esta simple afirmación: Cervantes murió el 22 de abril de 1616 y su muerte fue registrada el día de su entierro, que ocurrió el 23, y Shakespeare murió en una fecha aproximada a ese día, si se sacan las cuentas y se arregla el enredo de los dos calendarios (Juliano y Gregoriano) que han regido el mundo occidental. En todo caso, parece ser inequívoco que la muerte de los dos más grandes exponentes de las letras, en dos de los dos idiomas más hablados del mundo, dista tan solo algunas horas de ese día de abril.
No podía
entonces ser más propicia la fecha para honrarlos que celebrando el Día del
libro, del idioma y de la propiedad intelectual, ese día,
convertido en efemérides oficial desde 2010; aunque su propia historia
se remonta a 1908 y es tema para un artículo posterior que prometemos para
dentro de poco.
Por lo
pronto, vamos a concentrarnos en nuestro trabajo alrededor de este día. En
realidad, para Bibliomulas no es un lugar común decir que “todos los días son
el día del libro”. Sin el libro, no hay promoción lectora y más aún, tampoco
habría forma de educar y enseñar; de modo que más que un día especial es una
excusa para una fiesta grande y muy valiosa en la que trabajamos con ahínco.
Este año, gracias a las particularidades que hemos vivido, y que difieren de la estricta cuarentena del año pasado, pudimos - por lo menos – reunir varios grupos de niños beneficiarios de nuestro programa, para celebrar junto a ellos la Semana del libro, en una serie de jornadas de entretenimiento y lectura que se postergaron hasta la fecha prevista. Fue una experiencia distinta que nos hizo ver el espíritu verdadero de quienes se comprometen con nuestras propuestas: a falta de escuelas (permanecen cerradas debido a la alerta sanitaria generada por el COVID 19) podemos contar con las casas de algunas familias de las comunidades, quienes en un acto de verdadera complicidad convierten su patio o alguna de sus habitaciones en un espacio para jugar, aprender, leer y compartir conocimientos con otros niños, maestros y el equipo promotor de Bibliomulas.
Jornadas
desarrolladas en las comunidades de Las Cuadras, El Rincón Alto, Las
Quebraditas y Los Pinos, en la ciudad de Mérida y en Jají, fueron parte de este
día especial que festejamos cada año. Debido a las limitaciones que todos
conocemos, tuvimos que conformarnos con la atención brindada a pequeños grupos
de niños, lo cual no deja de ser interesante pues supone un reto a nuestra
imaginación y nos permite brindar una atención muy especial a grupos de niños
que no se dividen por edades.
Nada puede ser tan atractivo como el teatro; por eso, algunas escenas de la inmortal obra de Cervantes “Don Quijote de la Mancha” sirvieron para romper el hielo y motivar nuestros pequeños oyentes a explorar el mundo de la palabra escrita.
Fueron
jornadas repletas de alegría. Fiestas en las que pudimos leer con ellos, darles
a conocer el mundo de los libros e incluso dejar algunos tomos en préstamo (es
una de las nuevas ofertas de Bibliomulas) para que promotores entrenados de
cada comunidad, continúen el trabajo lector una vez que nuestras alforjas se
guardan y se marchan.