Ni aprender ni enseñar deben ser tareas aburridas; primero, porque aprender es una experiencia que cambia la vida y luego porque, enseñar, es la mejor manera de aprender que existe; de modo que, sí hablamos de interacciones, la de aprender y enseñar están íntimamente ligadas a la magia de divertirse en el intento. Ese es el sustento conceptual de una ludoteca: un lugar para convertir el aprendizaje en entretenimiento y hacerlo con toda seriedad.
Hemos hablado, casi hasta el cansancio, de todo lo que hemos
debido afrontar en estos meses. Hemos dado vueltas acerca de las oportunidades,
positivas o no, que se nos han presentado y hemos tenido que
hacerle frente a muchos obstáculos; pero, no hemos hablado suficientemente de
proyectos que nacieron a la luz de la necesidad impostergable de seguir
adelante.
Uno de los que nos sentimos más orgulloso es la Ludoteca
Gabriele Sanesi. Sobre todo, porque
encierra una bonita historia de amistad y solidaridad que trasciende mucho más allá de las fronteras geográficas de este
mundo en permanente ajuste.
A principio del año 2020, nos planteábamos la necesidad de expandir, no solo los espacios visitables por nuestra Bibliomula, sino crear nuevos lugares en los que nuestros beneficiarios pudieran vivir experiencias distintas a las del aula de clase, y entrar en contacto con otras formas de aprendizaje que los acerquen a mundos por descubrir.
Videos, juegos educativos, dinámicas de aprendizaje, lectura
de cuentos, dramatizaciones, experiencias sensoriales, música y danza son
herramientas indispensables a la hora de
desarrollar potencialidades en los niños y jóvenes. Unir esas herramientas a un
tema específico y además, tener la posibilidad de hacerlo en un espacio
debidamente acondicionado para eso, empezó a ser un proyecto deseado y
necesario. Entonces, llegó la pandemia.
Hemos sido supremamente cuidadosos con el cumplimiento de las
medidas de prevención porque sabemos a lo que nos estamos exponiendo. No podemos
bajar la guardia y poner en peligro la salud de nuestros colaboradores o de
nuestros niños; por eso, tomamos esos primeros meses como necesario receso para
pensar muy bien un proyecto que nos parecía impostergable. Fue entonces cuando
apareció la mano generosa de nuestro amigo Giacomo Sanesi, un antiguo
colaborador que se enamoró de la idea y sobre todo, de buscarle solución al
problema de ponerla en práctica.
Todo el que nos conoce sabe que Bibliomulas vive de los apoyos que recibe de sus colaboradores y que, cualquier nuevo proyecto, depende de esos apoyos para salir adelante. Giacomo lo entiende como el que más y quiso ofrecernos su ayuda para lograr darle forma al espacio largamente pensado; para lograrlo, creó una gran cadena de favores: aprovechando la feliz ocasión de su matrimonio en Italia, improvisó una campaña de crowdfunding entre sus invitados y de “poquito en poquito” logró juntar los recursos que hacían falta para hacer realidad nuestra ludoteca.
Por eso, orgullosamente, hemos bautizado a la ludoteca con el
nombre del padre de Giacomo, cuya ayuda formó parte del “pote” que hizo
posible hacer frente a los gastos que supuso
poner en funcionamiento este espacio, dedicado a convertir el aprendizaje en una
experiencia llena de diversión.
Solo estamos esperando la normalización de las actividades
escolares y el regreso a clases presenciales, para poder desarrollar las
propuestas que, de la mano de educadores
debidamente conocedores del área, han sido diseñadas a la espera de su validación
por parte de quienes podrán calibrar su eficiencia: los niños y jóvenes de las
escuelas de Mérida.
Gracias, desde lo profundo de nuestro corazón, a todos los
que continúan apoyando Bibliomulas aún en tiempos de inmensas dificultades.