A sus 9 años de edad, Manuel destaca por dos virtudes notorias: pocos le ganan con un balón entre las piernas y no hay profesor alguno que no desee en algún momento del día que recobre la calma. Mucho más que hiperquinético, Manuel es el propio alumno difícil de aguantar.
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No, no
se porta mal - dice su maestra guía - lo que
pasa es que no tiene idea de cómo estarse quieto en ninguna parte. Sin
embargo, el colegio no es lo mismo cuando por alguna extrañísima razón, pasa un
día sin ir a clases.
Es el líder natural de la pequeña escuela primaria a la que
asiste muy cerca de su casa, tan cerca, que le da tiempo de dar “una carrerita” hasta su casa y regresar con galletas o cualquier
cosa que logre escatimarle a la despensa familiar, si descubre que alguno de sus compañeros no ha
llevado alguna cosa para desayunar. Cierto que más de una vez lo han regañado
por hacerlo; pero, preferiría morir antes que dejar de hacerlo, no solo porque
todos sus compañeros son sus amigos, sobre todo porque la escuela es su vida.
Quizás sea por eso que anda en estos días tan alicaído. Su
mamá, preocupada por el mal humor del niño, ha intentado buscar alguna ayuda. Ha llamado a
los maestros e incluso ha acudido a un par de citas con el orientador de la
escuela, tras las cuales parece no haber conseguido mucho: lo que ocurre es que
el nuevo año escolar empieza como terminó. En casa.
Es una situación francamente inédita. Tanto para Manuel como para miles de niños venezolanos, el llamado a reiniciar el año escolar tiene un componente muy extraño: una orden presidencial según la cual no hay escuelas abiertas. Por lo menos hasta los dos primeros meses del año 2021, los estudiantes permanecerán en sus casas atendiendo clases de manera virtual. Por suerte, al menos desde el puro sentido académico, quizás Manuel no se atrase en el cumplimiento de los objetivos escolares.
Pero, la vida social y los hábitos de vida entre amigos, la
actividad deportiva y, en general, todo
eso que los chicos necesitan para crecer sanos y felices, parece estar en
reposo. Ni Manuel ni sus padres pueden resolverlo; en todo caso, lo máximo que
pueden hacer es entender y explicarse unos con otros que la razón es válida y
legítima. Se trata de cuidar la salud de todos.
Detenido el mundo por la aparición repentina de una
enfermedad viral que ya cuenta con más de un millón de víctimas mortales en el
mundo, las dinámicas sociales en el planeta han sido completamente alteradas y,
aunque pudo verse una Europa disfrutando abiertamente del verano, la verdad es que la pandemia COVID 19 está
lejos de ser controlada y, al contrario, se habla de rebrotes y planes de
contingencia que podrían cambiar de un momento a otro la fotografía de aparente
normalidad que se vive en países que ya pasaron la peor parte.
En el nuestro, por lo pronto, al enorme problema de salud
publica hay que sumarle males quizás tan graves como ese, lo cual hace más
improbable un eventual retorno a las aulas; por más que algunas escuelas, sobre
todo del sector privado, digan estar preparadas para una normalidad que incluye
medidas especiales de bio seguridad, grupos mucho más pequeños de alumnos en
las aulas y recreos en los que la interacción de los muchachos será
estrictamente vigilada, aunque no se sabe bien cómo.
No está siendo un lapso escolar fácil para nadie, aunque comenzó hace una semana para los alumnos de primaria con primeros resultados que, como dice la directora de la escuela de Manuel, “no están siendo tan malos como esperábamos”.
Manuel, mientras tanto, da vueltas por la urbanización cuando
lo dejan, se incomoda mucho con el tapabocas y no sabe bien cómo encontrar
atajos para quitárselo, pues su mamá no lo deja ni a sol ni sombra. Anhela
encontrar a algunos de sus compañeros y armar una caimanera; pero, se lo tienen más o menos prohibido.
Por ahora el buen humor no regresa, el salón de clases
tampoco; por suerte, los problemas disminuyen. Hace las tareas que su Whatsapp le bombardea a toda hora y cree
que es mucho más de lo que tendría que hacer en la escuela. Está convencido que enero le pondrá a salvo:
volverá al salón de clases, aunque en realidad no entiende muy bien lo que
significa “semi presencial”.