Proyecto Bibliomulas: Re-crear vivencias lectoras para con-mover mediadores de lectura en Mérida-Venezuela

Reproducimos a continuación, el artículo escrito por la Doctora Emilia Márquez Montes, docente asociada al proyecto Bibliomulas desde sus in...

viernes, 23 de octubre de 2020

¿A quién le toca enseñar a leer?


Usualmente, puestos ante el reto de responder ¿a quién le toca enseñar a leer? apelamos a la reflexión más convencional: se trata de un asunto que compete exclusivamente a la escuela. Son los maestros en el aula escolar quienes deben ocuparse de “hacer leer” a los muchachos.

En realidad, la anterior es una más de las muchas concepciones erradas que tenemos los adultos acerca de la educación de nuestros hijos. La promoción de la lectura solo es posible desde la experiencia del adulto lector: padres, hermanos mayores, amigos, vecinos y maestros transmiten el universo maravilloso que produce la emoción de leer. Es una tarea fundamental porque, como hemos dicho muchas veces, leer ayuda a crear adultos sanos, aptos para desarrollar grandes capacidades de comprensión y mejor preparados para la vida.

Un reciente estudio llevado a cabo en la Universidad de Loyola en EEUU comprobó que los jóvenes con buen historial como lectores formado desde temprana edad, escogían mucho más rápido sus especializaciones a la hora de ir a la universidad y obtenían mejores calificaciones graduándose en tiempos mucho más cortos.

Enseñar a leer es una tarea compartida. Un niño que crece en un ambiente en el que se privilegia la lectura y el conocimiento,  tiene más posibilidades de adquirir gusto por la lectura, interesarse por las ramas del saber y crear sus propias dinámicas de aprendizaje y disfrute de la experiencia académica. Aun así, es perfectamente posible obtener esa misma respuesta en niños y jóvenes que no están expresamente expuestos a ambientes con rigor académico y acercamiento al aprendizaje.

Se trata solo de tener interés en despertar en el niño y el joven su natural curiosidad. Esto es una ventaja favorecedora. Mientras más joven es el alumno, más interesado estará en descubrir y aprender cosas nuevas; ese es el gran momento para hacerlo interesarse por el placer de leer. Simplemente, hay que ponerle atención y hacérselo fácil, pues debe ser una tarea en la que exista un proyecto común.

Nunca permita que su hijo o su alumno, reciba algún tipo de reprimenda por dedicarle tiempo a la lectura; antes bien, estimule la duración de ese tiempo,  de ser posible mediante pequeñas recompensas encubiertas. Si su hijo tiene que escoger entre lavar los platos de la cena y leer a Harry Potter, las probabilidades de que escoja lo segundo son altísimas. Deje que lo haga.

Ponga en manos de sus hijos libros divertidos, apropiados para sus edades, cercanos a sus temperamentos, fáciles de leer. Haga lo posible porque el mismo tipo de libros estén disponibles en la escuela. Incorpórese a las escuelas como voluntario de la biblioteca y ayude a mejorar el inventario de libros disponibles mediante la obtención de donaciones, por ejemplo, y haga que sus hijos lo sepan y se sientan orgullosos de su trabajo.

La lista de “trucos” que puede un padre y un maestro poner en práctica para ayudar a su hijo a convertirse en mejor lector es bastante larga. Nosotros en Bibliomulas estamos empeñados en darlo todo para impulsar y apoyar planes de promoción lectora en nuestros niños y jóvenes y nos estamos preparando con entusiasmo para ponerlos a funcionar una vez que podamos regresar al aula de clases o al patio del recreo, porque estamos completamente seguros que ninguna ocasión es mejor que otra para leer. La oportunidad la creamos todos juntos.



sábado, 3 de octubre de 2020

Manuel y el inicio de clases

 

A sus 9 años de edad, Manuel destaca por dos virtudes notorias: pocos le ganan con un balón entre las piernas y no hay profesor alguno que no desee en algún momento del día que recobre la calma. Mucho  más que hiperquinético, Manuel es el propio alumno difícil de aguantar.

-           No, no se porta mal - dice su maestra guía -  lo que pasa es que no tiene idea de cómo estarse quieto en ninguna parte. Sin embargo, el colegio no es lo mismo cuando por alguna extrañísima razón, pasa un día sin ir a clases.

Es el líder natural de la pequeña escuela primaria a la que asiste muy cerca de su casa, tan cerca,  que le da tiempo de dar “una carrerita” hasta su casa y regresar con galletas o cualquier cosa que logre escatimarle a la despensa familiar,  si descubre que alguno de sus compañeros no ha llevado alguna cosa para desayunar. Cierto que más de una vez lo han regañado por hacerlo; pero, preferiría morir antes que dejar de hacerlo, no solo porque todos sus compañeros son sus amigos, sobre todo porque la escuela es su vida.

Quizás sea por eso que anda en estos días tan alicaído. Su mamá, preocupada por el mal humor del niño,  ha intentado buscar alguna ayuda. Ha llamado a los maestros e incluso ha acudido a un par de citas con el orientador de la escuela, tras las cuales parece no haber conseguido mucho: lo que ocurre es que el nuevo año escolar empieza como terminó. En casa.

Es una situación francamente inédita. Tanto para Manuel como para miles de niños venezolanos,  el llamado a reiniciar el año escolar tiene un componente muy extraño: una orden presidencial según la cual no hay escuelas abiertas. Por lo menos hasta los dos primeros meses del año 2021, los estudiantes permanecerán en sus casas atendiendo clases de manera virtual. Por suerte, al menos desde el puro sentido académico, quizás Manuel no se atrase en el cumplimiento de los objetivos escolares.



Pero, la vida social y los hábitos de vida entre amigos, la actividad deportiva y,  en general, todo eso que los chicos necesitan para crecer sanos y felices, parece estar en reposo. Ni Manuel ni sus padres pueden resolverlo; en todo caso, lo máximo que pueden hacer es entender y explicarse unos con otros que la razón es válida y legítima. Se trata de cuidar la salud de todos.

Detenido el mundo por la aparición repentina de una enfermedad viral que ya cuenta con más de un millón de víctimas mortales en el mundo, las dinámicas sociales en el planeta han sido completamente alteradas y, aunque pudo verse una Europa disfrutando abiertamente del verano,  la verdad es que la pandemia COVID 19 está lejos de ser controlada y, al contrario, se habla de rebrotes y planes de contingencia que podrían cambiar de un momento a otro la fotografía de aparente normalidad que se vive en países que ya pasaron la peor parte.

En el nuestro, por lo pronto, al enorme problema de salud publica hay que sumarle males quizás tan graves como ese, lo cual hace más improbable un eventual retorno a las aulas; por más que algunas escuelas, sobre todo del sector privado, digan estar preparadas para una normalidad que incluye medidas especiales de bio seguridad, grupos mucho más pequeños de alumnos en las aulas y recreos en los que la interacción de los muchachos será estrictamente vigilada, aunque no se sabe bien cómo.

No está siendo un lapso escolar fácil para nadie, aunque comenzó hace una semana para los alumnos de primaria con primeros resultados que, como dice la directora de la escuela de Manuel, “no están siendo tan malos como esperábamos”.

Manuel, mientras tanto, da vueltas por la urbanización cuando lo dejan, se incomoda mucho con el tapabocas y no sabe bien cómo encontrar atajos para quitárselo, pues su mamá no lo deja ni a sol ni sombra. Anhela encontrar a algunos de sus compañeros y armar una caimanera; pero, se lo tienen más o menos prohibido.

Por ahora el buen humor no regresa, el salón de clases tampoco; por suerte, los problemas disminuyen. Hace las tareas que su Whatsapp le bombardea a toda hora y cree que es mucho más de lo que tendría que hacer en la escuela.  Está convencido que enero le pondrá a salvo: volverá al salón de clases, aunque en realidad no entiende muy bien lo que significa “semi presencial”.